martes, 11 de febrero de 2014

Caballería Medieval

Introducción a la Caballería Medieval
A partir del siglo XI empezó a surgir una nueva sociedad en Europa occidental. El fin de las invasiones de los vikingos, magiares y árabes hizo posible el desarrollo técnico, económico, social y artístico sin interferencia exterior que se ha venido en llamar "Renacimiento Románico".

Este conjunto de mejoras y avances se traduce en múltiples repercusiones, como la mejora de las técnicas agrícolas que propicia un aumento de la población, las extensiones de territorios habitados aumenta gracias al desbrozamiento de grandes bosques y marismas, antes deshabitadas, pero donde ahora surgen monasterios y alrededor de ellos también aldeas y pueblos. El crecimiento de pueblos y ciudades junto con el desarrollo de contactos comerciales más amplios -y no hay que despreciar el papel asumido por las peregrinaciones- constituyeron los principales incentivos para la modificación de la forma de organización de la sociedad.
Del mismo modo, la aparición del caballero y del castillo significó un cambio fundamental en la conducción de la guerra.
Caballería Medieval
El caballero era un jinete fuertemente armado. Los monarcas carolingios franceses debieron en parte sus éxitos bélicos a su caballería pesada. Tanto la armadura como las armas se hicieron aún más pesadas y accesibles a un mayor número de personas.
Hacia el año 1100 era corriente que los caballeros no disparasen sus lanzas a modo de venablos, sino que las llevaran sujetas bajo el brazo para abrir las líneas enemigas.
El éxito de la primera cruzada se debió en gran medida a la capacidad de los caballeros francos. Un escritor griego comentó asombrado, que "un franco a caballo seria capaz de atravesar las murallas de Babilonia".
Esta fuerza de choque del caballero cristiano medieval (que también se trasladó a la España cristiana) tenía un doble efecto práctico y moral. Ya que cuando se lanzaban agrupados contra el enemigo formaban un ariete casi imposible de contener y solía romper y desconectar las líneas enemigas. Por otro lado el trepidar de los caballos y el sonido metálico de las armaduras generaba un estruendo pavoroso que es fácil de suponer que amedrentaría al ejército contrario.
Estaua ecuestre de Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador en Burgos
Una matización es que en España, a pesar de la eficacia guerrera de esta caballería pesada, los ejércitos cristianos sufrieron importantes derrotas ante la caballería ligera musulmana, que sin la misma fuerza de choque, tenía, por el contrario, gran movilidad y capacidad para moverse por el escenario de la batalla según tácticas preconcebidas.
Sobre la misma época, hicieron su aparición por toda Europa los castillos como complejos guerreros.
Lógicamente el origen de las fortificaciones y castillos es muy anterior a este siglo XI, pero en muchos casos se trataba de construcciones muy sencillas, constituidas por una empalizada de madera y una serie de edificaciones erigidas sobre un montículo.
En otros casos se construían torres de piedra que tenían como finalidad servir de atalayas y de protección efímera en caso de encuentro con el enemigo.
Los castillos fueron protagonistas de parte de la Política Medieval. (Castillo de Jadraque - Guadalajara)
Pero poco a poco y sobre todo a partir de estas fechas del pleno Medievo empiezan a construirse grandes fortificaciones en piedra, según estilos que variaban con el lugar y que, dentro de su austero carácter castrense, reunía una serie de dependencias para los ejércitos, las reservas de alimentos y de agua (aljives), patios de armas, iglesia o capilla para las celebraciones religiosas, túneles subterráneos que frecuentemente comunicaban la fortaleza con salidas exteriores a ríos u otros lugares. También estos nuevos castillos apartaban la novedad de presentar varios niveles sucesivos de defensa, como antemuros o barbacanas y fosos.
La nueva caballería
Durante los primeros siglos altomedievales, los caballeros fueron frecuentemente meros hombres de rapiña y que causaban violencias locales que eran censurados por la Iglesia y los poderes seculares. Precisamente, a partir del siglo XI el ardor guerrero de estos personajes, que solían provenir de la nobleza y que no contemplaban otro modo de vida que la violencia y la caza intento ser reconducido hacia otros objetivos mejor vistos por la moral de la época. En muchos casos se les encomendó la vigilancia de rutas de peregrinación para garantizar la seguridad de los peregrinos y acabar con la lacra de asaltadores y bandidos que frecuentaban estos caminos. Con el sentimiento de cruzada, el espíritu guerrero caballeresco también se enfocó a la conquista o recuperación de santos lugares o territorios perdidos por la Cristiandad o simplemente a guerrear contra los infieles.
Caballeros esculpidos en la iglesia de Artaiz, Navarra
Los caballeros vivían casi siempre en estrecho contacto unos con otros, por ejemplo en las campañas bélicas, en las guardias de los castillos o en los torneos, donde las acciones bélicas simuladas eran con frecuencia tan violentas como en la guerra real.
A partir de esta época, entre estos caballeros se desarrolló un sentimiento de solidaridad y camaradería por compartir un modelo de vida y conjunto de valores, una sensación de ser "caballeros y hermanos", incluso cuando luchaban entre sí a muerte.
Capitel con caballeros en combate. Iglesia de Duratón, Segovia
Cada uno de ellos debía disponer de una determinada panoplia y comportarse con arreglo a unas normas aceptadas. Hacia el año 1100 se habla ya de la "Orden de caballería", debatiéndose en sermones, canciones y poemas cuál había de ser el correcto comportamiento de los caballeros.
Numerosos y distintos eran los ideales de esta nueva caballería, pero en general se aceptaba que sus miembros constituían un orden de la sociedad, y de ellos se esperaba una conducta noble del más alto nivel.
Caballero esculpido en la clave de la bóveda del lavatorio. Monasterio de Veruela
 Imagenes: Gentileza sitio web arteguias.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario